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El caballero de las camelias



El caballero de las camelias

Eben Gowrie Waterhouse, australiano de nacimiento, fue maestro de alemán en la Universidad de Sydney. ¿Qué tiene de peculiar este hombre? Pues bien, desarrolló el sistema Waterhouse para la enseñanza de idiomas. Estando en París, conoció a la que sería su esposa, Janet Kellie. Pronto comenzaron a escribirse cartas, en una de las cuales, Eben le propuso matrimonio, que, para su fortuna, ella aceptó. Eben preparóse para el encuentro con una naranja, temiendo que Janet no lo reconociera. Sin saberlo, había unido su vida a la que sería su dama en la jardinería. Eben fue un amante del cultivo de camelias, llamadas así en honor de George Kamel, botánico alemán. Se estiman más de 16,000 variedades de camelias.
A lo largo del desarrollo de las culturas, las camelias han estado presentes. En China y Japón se cultivaron a lo largo de 1,500 años, llegando a Europa a mediados del siglo XVIII. Esta flor muy peculiar, sale de un arbusto en algunas ocasiones, con muchas diferencias entre sí, dando lugar a nuevas variedades. Por ello, Eben se esmeró en reordenar el sistema de nomenclatura de estas variedades, puesto que en ese momento la clasificación era caótica. Eben escribió dos libros sobre las camelias: “Camellia Quest” y “Camellia Trail”. Nunca estuvo solo en su pasión, Janet fue experta en el Ikebana, o arte japonés de los adornos florales. Complementos perfectos. Waterhouse, un experto consumado, logró desarrollar una camelia blanquísima a la que nombró Janet, en honor a su compañera de vida. Pero no fue suficiente, desarrolló una de color rosa pálido, y le puso su nombre para que ambas figuraran juntas. La edad nunca fue una limitante para este caballero de las camelias, aprendió japonés teniendo 80 años, además de los idiomas que dominaba: alemán, francés e italiano. Tenía la costumbre de poner un recipiente con agua donde flotaban flores en su puerta, como una bienvenida a los visitantes. Un año más tarde fue a Tokio, en busca de la camelia de las nieves. Siendo nonagenario, le preguntaron cuál era la mayor satisfacción en su vida, su respuesta fue: “no lo sé todavía.” Para este hombre invencible, un suceso le asestó un duro golpe, Janet murió en 1973. No obstante, la reina Isabel II lo nombró Caballero de la Orden de San Miguel y San Jorge. La Real Sociedad Hortícola le otorgó la prestigiosa medalla de oro Veitch Memorial. El Concejo del Condado de Sutherland, Sydney, desmontó 6.5 hectáreas para hacer el Jardín Nacional de las Camelias E. G. Waterhouse.
Finalmente, cerca de sus últimos días, en 1977, más de 6,000 personas visitaron su casa Eryldene, donde apreciaron su vasta colección de flores. En el cuarto que ocupaba del hospital habían muchas flores que alegraban su estancia, sin embargo, en la mesa al lado de su cama yacían dos flores majestuosamente cuidadas y colocadas al alcance de su mano. Dos camelias, una blanquísima y una rosada. Eran una Janet Waterhouse y una E. G. Waterhouse.

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